martes, 10 de noviembre de 2009

Francia: Los alcaldes se ven obligados a demolir las iglesias




Demolición de la iglesia parroquial de
Saint Georges des Gardes.

Francia
Los edificios eclesiásticos en peligro.

Según un informe de 2007 del Senado francés más de 2.800 iglesias de las 15.000 iglesias rurales de Francia estaban en peligro de ruina.

Cada vez menos frecuentadas, las iglesias resultan caras y los alcaldes se hacen preguntas: ¿hay que preservar o demoler?

Sin duda, nubes negras pasan sobre los campanarios de las pequeñas iglesias rurales en la rica campiña francesa. Parece que empieza a caer el tabú sobre la demolición de las iglesias.

Según el informe del Senado francés, de las 15.000 iglesias rurales protegidas, 2.800 están en situación de peligro. Para las autoridades esto significa que los edificios no incluidos en ninguna categoría especial ya no son prioritarios para el estado y su porvenir es dudoso.

La táctica normal para deshacerse de un edificio ha sido dejarlo caer durante 20 años, rodearlo enseguida de señales de peligro, y después poner una valla sólida contra ese peligro. Entonces la demolición ya no era una vergüenza, sino un consejo técnico.

Sin embargo, otros afirman que la mayoría de los franceses están visceralmente ligados a sus iglesias rurales.

En la región de la Vendée, -en el noreste de Francia- una zona de profunda fe católica y donde muchos de sus pueblos llevan nombres de santo, región también de numerosas guerras de religión en el pasado, cuyo máximo esplendor en la construcción de iglesias se alcanzó en el siglo XIX, cada vez más alcaldes han dado el paso de solicitar la demolición de esos campanarios porque no hay medios económicos para su mantenimiento.

La iglesia de la fotografía corresponde a la parroquia de Saint Georges des Gardes, fue construida en 1870 en la región de Maine y Loira, para ser demolida 136 años después.

Esta pequeña comuna de 1.500 habitantes dispone de otra parroquia y no podía asumir los gastos de una rehabilitación que sobrepasaba con mucho el millón de euros. Todas las iglesias construidas antes de 1905 según la legislación francesa son responsabilidad de la comuna o ayuntamiento correspondiente.

Para salvar el monumento, un vecino, Gérald Eloire, ateo según sus propias palabras, pero que decidió establecerse en la localidad por el encanto especial del campanario de la iglesia, propuso crear una asociación para salvar la iglesia: pero solo pudo recibir el apoyo de unos pocos vecinos, y la hostilidad de la mayoría.

El alcalde de esta localidad decidió construir un pequeño oratorio sobre los terrenos de la antigua iglesia, y asegura que en localidades vecinas crece el mismo drama.

La región de Vendée está repleta de iglesias levantadas en el siglo XIX para acoger una población muy religiosa y creciente, y como forma de conciliarse con el periodo revolucionario anterior que había decidido derruir las iglesias demasiado pequeñas o demasiado deterioradas sin importar su valor artístico.

En Valonjou, una localidad no lejana, su alcalde afirma haber llamado a todas las puertas posibles: expertos, ayuda regional o departamental o recursos estatales antes de rendirse a la evidencia: la iglesia de San Martín corre riesgo de ruina. Como último remedio, confía en mantener la torre defensiva del siglo XV sobre la que se edificó la iglesia en el siglo XIX.

Lo mismo que en otros lugares, los clérigos afectados por estas pérdidas no se quejan. La misa se sigue celebrando en otra iglesia, a la que siguen unidas las ermitas, oratorios y los calvarios del lugar.

La práctica religiosa ha caído en picado en los últimos diez años y, según las autoridades de la zona, los católicos practicantes aceptan la decisión de derruir: saben que su fe es más fuerte que las viejas piedras sin valor: "la prioridad de la iglesia hoy son las piedras vivas".

No obstante, algunos alcaldes confiesan a los medios haber recibido cartas que les anunciaban "el fuego del infierno" por no haber luchado lo suficiente y preferir utilizar el dinero del ayuntamiento y de los impuestos para favorecer la llegada de industrias y la creación de puestos de trabajo antes que dedicarlo a salvar las iglesias de la ruina.

"Es un riesgo", dice el alcalde de Valenjou "aquí las iglesias son muy respetadas, incluso si la mayoría de los vecinos ya no recuerdan cuándo fue la última celebración o cómo se llamaba el último párroco". ¿Qué podemos hacer? se pregunta "los recursos son muy escasos para la labor social del ayuntamiento y el viejo edificio en ruinas de la iglesia una carga imposible de sostener y que cada día pesa más".

En Gesté, 2.500 habitantes, a unos 50 kilómetros, también han buscado otras soluciones, pero el consejo municipal ha votado por la demolición de la iglesia, que además es la única en esta comuna de 2.500 almas y en la que se celebraba la santa misa a diario.

En su lugar, la autoridad civil se ha comprometido en la construcción de una sala con capacidad para 500 personas, susceptible de dividirse en dos, moderna, adecuada para la calefacción o el aire acondicionado, y más atractiva para los jóvenes. El sacerdote de la parroquia, Pierre Pouplart, prefiere no tomar partido: "son asuntos de la autoridad civil y comprendo que tomen decisiones sobre los costes de mantenimiento".

Por su parte, el padre André Boudier, responsable del arte sacro de la zona da su opinión: "debemos preservar las iglesias de calidad. Para las otras, prosigue, será necesario aceptar su derribo y sustitución por edificios mejor adaptados a las necesidades de hoy.

*Artículo aparecido en Le Figaro parisino, The Daily Telegraph de Gran Bretaña, Kreuz.net de Alemania, entre otros

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