miércoles, 16 de abril de 2008

RAMILLETE DE RECUERDOS DE AMIGOS Y VECINOS

RAMILLETE DE RECUERDOS DE AMIGOS Y VECINOS
ANÓNIMOS
Don Gregorio de la Fuente López, dirigente agrario español,
nació en Sacramenia el 20 de diciembre de 1953 y falleció en
Fuente el Olmo el 1 de noviembre de 2006.

Gregorio de la Fuente nació en Sacramenia, Segovia, el 20 de
diciembre de 1953 en el seno de una de las familias de
agricultores y ganaderos más influyentes de toda la zona norte de
Segovia.

Su infancia corresponde a la de cualquier niño de la época, en
los primeros años sesenta: colegio nacional con aulas para niños
y aulas para niñas.

Quienes le recuerdan de aquellos años, hablan de su afán por
llamar la atención del maestro y de las rivalidades típicas de la
infancia entre chicos de distinto barrio, cuando las clases acogían
grupos de treinta, cuarenta o más alumnos.

Antes de terminar la escuela, "Goyito" como era conocido en su
infancia -sus familiares se dirigían a él como Gregorio o Goyo- fue
enviado a estudiar a la capital, a Segovia, donde terminó el
bachillerato y posteriormente inició en Madrid estudios de
Filosofía Pura.

En el pueblo le recuerdan sus compañeros de escuela como
aficionado al juego del "caballito" también llamado "taina o
amurca". "Siempre quería ser jinete, nunca caballo ni toro"
recuerda alguno sus quintos. Otros le recuerdan como aficionado
al juego del palo –juego que consiste en levantar a pulso al
contrincante-.

"Sus amigos eran los hijos de los ricos del pueblo y sus rivales,
todos los demás", añaden. No le gustaba los deportes, ni el fútbol
ni el juego de la pelota en el frontón.

De la Fuente estudió en Segovia, en el instituto, -que no en el
seminario, como se rumoreó años después, para juzgar sus
tendencias políticas radicales "como propias del pueblerino que
sale rebotado del convento"-.

En Segovia le recuerdan muy apegado a sus primas y hermanas,
también estudiantes, y por parte de los profesores y compañeros
le definen como "normal como alumno y compañero, que no
destacaba ni en ciencias ni en letras, aunque le gustaba que se
fijaran en él".

“Era el gallito de los ‘panameños’ – como llamaban a los
estudiantes llegados de los pueblos en el ‘coche de línea’ frente
a los hijos de los ricos de la capital” recuerda el hijo de un
conocido abogado segoviano.

Fue en los años de universidad en Madrid cuando se produjo el
primer encuentro entre De la Fuente y la política como sucedió,
por otra parte, con la gran mayoría de los jóvenes en los años
finales del franquismo.

Quienes le recuerdan de sus años como estudiante de
universidad en Madrid, tampoco destacan su capacidad de llamar
la atención de las chicas ni su afición por el baile o los
guateques.

Hasta entonces, su relación con la política había sido la
correspondiente a la escuela, y la que observaba un chico de
doce años en el pueblo, con el Ayuntamiento y las Hermandades
de Labradores dominadas por los principales propietarios y gente
adicta al régimen, puestos que en Sacramenia ocupaban sus
familiares y próximos.

“Del conformismo pasó al radicalismo más extremo” recuerdan
sus contemporáneos: “Despertó a la política optando por la
solución más extrema, y abrazando las posturas más radicales”.
"En los setenta, cuando llegaban de vacaciones, nos llenaban las
'marraneras' de pintadas de hoces y martillos, que nosotros aquí
no habíamos conocido nunca" recordaba alguno de los
empleados de su familia -ricos agricultores ganaderos- de
entonces.

Poco tiempo después De la Fuente dejó los libros -que no
volvería a tomar hasta dos décadas después, cuando quiso
aprender leyes-.

Quienes le recuerdan de entonces, hablan de una época muy
activa a mediados de los setenta. Recuerdan que regresó a
Sacramenia, aunque temporalmente, cuando por entonces la
mayoría de los jóvenes soñaba con dejar el pueblo y encontrar
colocación en la capital.

Al pueblo llegó entonces, según recuerdan “enseñando un
recorte de una revista de tirada nacional” donde aparecía él
mismo con fotografía como obrero-estudiante (llevaba en Madrid
un puesto de temporada invernal para la venta de castañas
asadas) para ganar algún dinero con el que poder pagarse la
carrera; entonces, Goyito, según recuerdan sus amigos de la
época, en el pueblo se hacía llamar "el beluso el belux", carta también llamada "el guindis" en referencia a la carta de la baraja
española correspondiente al siete de oros del juego de cartas conocido como 'la escoba'.

De aquella época Gregorio de la Fuente conservaría su aspecto
exterior inconfundible: barba cerrada, media melena y gafas de
montura gruesa. Goyito era entonces "un chico de familia
poderosa con muchas tierras, desafiante con los del pueblo y
con un porte moderno", recuerda una de sus quintas, hoy madre
de familia.

Entonces llegó la moda de las “peñas” en las fiestas, nos
confiesa un “Twist 70” la peña de los hijos de los ricos “nosotros
trajimos la moda de los ‘cuba-libres’ pero no renunciamos a
merendar en la bodega ni a beber todos directamente del jarro”
añade, "y dejamos la huella de la primera peña".

En el pueblo solo permaneció los meses de aquel verano que
transcurrieron "de la cirila" al "cuatro latas" -en referencia a los
coches utilizados entonces en los pueblos-. Iban de fiesta en
fiesta con los veinte años recién estrenados y algún escarceo
amoroso con jóvenes de la localidad, aunque sin llegar más
lejos.

Después -estamos en 1975- inició un viaje por Barcelona, cruzó
la frontera, y tuvo una corta estancia de dos semanas en
Alemania. Cuando regresó, sin oficio ni beneficio, probó fortuna
con diversos empleos, hasta que aprovechó la ascendencia de
su familia en la zona de Sacramenta para iniciar el sindicalismo
agrario en la provincia sin abandonar las posiciones políticas
radicales.

Sus comienzos fueron muy modestos: "una mesa y una silla" y
una "paciencia infinita para convencer a los agricultores de que
necesitaban un sindicato" recuerdan quienes le ayudaron en
aquellos años.

A finales de los setenta con las primeras "tractoradas" comenzó a
tejer su red de contactos, en una situación muy precaria. Incluso,
a primeros de los ochenta, trabajando todavía pueblo a pueblo,
tuvo que emplearse a sueldo en alguna cuadrilla para la recogida
de patatas y otras labores del campo "entonces el sindicalismo
agrario solo eran gastos" y, añaden "hasta la gasolina para ir de
pueblo en pueblo escaseaba".

Poco después de los primeros ochenta, su ascensión como
sindicalista fue imparable, y a mediados de los ochenta, ya
negociaba directamente con ministros... pero esta es otra historia,
y otros deben contarla.

jag.valdezate

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