lunes, 14 de diciembre de 2009

En la boda del conde Lequio...

Modernidad y tradición se conjugaron en una ceremonia en la que sonó el himno en la consagración y el aria verdiana ‘Va, pensiero’ sustituyendo la marcha nupcial.

Por Mariñas en Tiempo
21/11/2008

Como el frío otoño no presagiaba buen tiempo, evitaron llevar pamelones resguardadores del sol. Pero no hay que fiarse de las apariencias ni hacer caso de pronósticos: en la esperada unión de Alessandro Lequio –algo por lo que suspiraron desde Ana Obregón a Silvia Tinao, Mar Flores, Sonia Moldes o Susana Molina conformadoras de parte de su palmarés amoroso– con María Palacios –48 años frente a 32, el amor allana distancias– disfrutaron de tiempo espléndido, soleado y muy romántico en los jardines y el antiguo claustro del monasterio de Santa María la Real de Sacramenia (Segovia), cubierto de hojas caídas. No eran juguetes del viento como algunas desechadas sino enredo para algunas, Ana Rosa Quintana entre ellas, también Mamen y Belén Sánchez Junco , que veían cómo sus stilettos iban ensartándolas. Dado lo movedizo de lo que fuera claustro –“comprado por el americano Hearts que lo tiene en su casa de Miami”, según me contó Eduardo Sánchez Junco (su ¡Hola! está imparable y lo edita en nueve versiones e idiomas)–, los tacones se hundían o destrozaban para luego intentar ser restaurados en las escaleras que suben al primer piso del monasterio cisterciense. Adriana Abascal , las mejores piernas de Madrid con las de Nati , en este caso realzadas por minimalla sobre amplio abrigo con brillantes de Suárez –parece que será su nueva imagen–, andaba de puntillas para no macular los lazos del tobillo. Mujer espléndida en belleza física y mental. Dispuesta a montárselo en España, ve a su marido, Juan Villalonga , como única salvación del Real Madrid: “Estoy segura de que conseguirá su presidencia”, revelaba a Julio Ayesa , merecedor de elogios, aplausos y hasta envidia: lleva cuatro años recluido en sus posesiones vinícolas de Olite (Navarra), cuidando a su anciana madre. Un altruismo filial de los que ya no se ven. Y lo comparaban con Clemente Lequio , primogénito del conde italiano tan donjuán que hasta última hora estuvo negociando con ¡Hola! su presencia. Suponía morbo. “En 21 años de vida sólo lo he visto cinco veces”, descubría Dado molesto doblemente: por el chanchullo y la incomparecencia por la que perdió 100.000 euros. Eduardo no quiso forzarlo. “Lo vi sin ganas”. Coincidía que al ser entrevistado en otro medio que no resulta competencia, Sánchez Junco le habrá cerrado sus puertas: “Yo estoy dispuesto a perdonar a Clemente y Antonia siempre que el tema me interese”, anticipaba acontecimientos como propietario y director de ¡Hola!, dueño también del entorno. Un coto con enorme capilla de columnas románicas en transición al gótico que se desborda en las desnudas bóvedas. La madre de María Palacios evitó excesos decorativos y sólo adornó con ficus benjamín y eucalipto natural realzando la desnudez de la piedra. Algo muy resaltado por Chelo Montesinos, Pepe Muro, María Patiño –con flor desmayada sobre su bien montada cocorota, iba en rojo de Escada– o una Rosa Clará poco convencida con la más imposición que elección de la novia: “¡A quién se le ocurre escoger un gris perla para el traje nupcial!, es lo nunca dorada viendo cómo también evitaba los tres pares de zapatos, uno con doble alza, optando por botas hasta la rodilla. “Eso sí, forradas en la misma bambula italiana del vestido. Al menos eso”.

Los joyones

El novio concilió modernidad y tradición. No contrarió los deseos de la supuesta estilista innovadora que convertía en esposa tras siete años de relación, pero echó mano del chaqué con cuarenta años encima que usaba su padre. Está impecable y realzó con gemelos cuadrados de platino con un diamante en el centro. Aunque para joyones, las históricas esmeraldas –o lo que queda de ellas– de la reina Victoria Eugenia que su nieta Sandra Torlonia lucía enmarcadas en brillantes sobre el pecho. Son como dos huevos entonados con bailones pendientes lagrimeantes. Señorío de otro tiempo, elegancia eterna como en los guantes de Conchita Vilella, Pitita Ridruejo o la condesa de la Maza y Olimpia. Es la más millonetis de esta dinastía y suele comprar en subastas internacionales los joyones familiares que ponen a la venta. En eso alterna y hasta compite con nuestra royal family, que habitualmente usa de tapaderas a fieles a las infantas Pilar o Margarita. Juan Car- visto”, casi afligía su luminosa mirada los desea recuperar lo malvendido por obligación o penuria, lástima del collar de 90 chatones que Victoria Eugenia fue vendiendo piedra a piedra para sobrellevar caprichos. Todo era recordado ante las suntuosas chinchillas de Pitita Ridruejo, a la que la miope Ana Obregón confundió con la estupenda Giovanna Marone . Su esposo, Luis Sánchez-Merlo , fue fontanero monclovita durante la Transición y el abogado Javier Saavedra –más fiel al sombrerito tirolés y los amarillos guantes napolitanos que a la defensa de clientes dudosos como Julián Muñoz o Norma Duval – le recordó “cuando fuimos a pedirle un favor”. La señora Saavedra, Angus, ganaba con la melena suelta igual que la Obregón –alborotadora, con ansias de sobresalir arrogándose un papel que sólo correspondía a los contrayentes y su familia– protestó ante el menú cuidadosamente elaborado por Víctor Enrich y María Vega de Seoane , sus hijos Victoria y Joaquín fueron los pajes. “Es que no me gustan ni los raviolis con alcachofas ni el ciervo a la broche con puros de apio y castaña. Que me sirvan otra cosa, ¿qué puede ser?” “Jamón es lo único que tenemos”, y la protestona Anita se conformó con chapatas de jabugo, causando hilaridad en Pepe Puerto, el coletudo Santiago Ponce ; Belén Rodríguez y Ana Rosa Quintana, que impactó con su gabardina abrigo de bordes haciendo flecos. La imponente Adriana Abascal resaltó por tipo y belleza, son pocos los que conocen su ternura y cabeza bien amueblada, aunque intrigó ver cómo pactaba con Sánchez Junco futuras colaboraciones: “No sales muy bien peinada en el reportaje de esta semana, no te favorece”, le dijo. “Es que nos falló el peluquero e improvisaron”, descubrió ante J.A. Olivar , la repeinada María Calle, Santi Villas y Cristina Chelala , de Nelsy eran las cibelinas hechas estola de Conchita Vilella. Y si Anitapiernas flacas hizo reír por afán destacador, Boris Izaguirre , con doble motivo: al sentarse entre Pitita y la condesa de la Maza que, como elegantes, fueron lo más vistoso. Foto asegurada para quien es fiel a los calcetines de Había una vez un circo, él tiene bastante de clown, señalaban ante Ignacio Gandarias, Marina López de Haro, Antonio Vallejo-Nágera y Guillermo Fernández-Cuesta , mientras Gabriel de Medina Sidonia , el peque quevedesco de la duquesa roja, se refugió en un abrigo de astracán muy rizado: “Hecho por el peletero de mi barrio”. “María no se casa embarazada, no tenemos prisa”, descubría Alessandro, como también que “la noche de bodas ella llevará camisón y yo me acostaré desnudo, fiel a mis hábitos”. Él se retiró a las diez y la ya esposa de madrugada, se ve que no había mucho que descubrir. Himno nacional en la consagración y el airoso Va, pensiero verdiano sustituyendo a la marcha nupcial: “Es una pieza que le gusta mucho a mamá”, contó Lequio que no sabía si coger a la madrina de la derecha: “Madre, a mí me va mejor de la izquierda”, indicó y formaron pareja digna de postal.

A la moda
Y de raza también dio muestras en el barcelonés desfile de Mango la juvenil Dakota Johnson , hija mayor de Melanie Griffith , sentada con Sandy Meyer , ex de Boris Becker , o Luis Medina Abascal , madre Nati convaleciente de una anemia post úlcera que la mantendrá en semi reposo hasta después de fiestas. Se hincha a mejillones y lentejas, decía con un uff resignado. Alejandra Rojas , hija de la condesa de Montarco , estaba sentada dos sillas más allá de su ex Luis Medina. María García de la Rasilla impuso distinción con su blusón Mango animado con fuertes adornos de pedrería, lo mismo que la Abascal realzando su traje “de 39 euros” con broches retro firmados Luis Gil. Alex Prat me contó que todavía le quedan por perder dos kilos de los nueve ganados con el embarazo, Puri García que vende su casa balinesa, Totón Comellas ve el futuro ya sin problemas de salud y a María Reyes le gustaría estar en la apertura neoyorquina del tiendón Mango, en el Singer Building, el que fuera primer rascacielos ciudadano. Será la tienda 1.500 de la firma barcelonesa de Isak Andic y lo desfilado en Barcelona –donde fueron estrellas Jon Kortajarena y Camilla Alves , madre del hijo del McConaughey huidor de Penélope – demostró vistosidad, imaginación, rico colorido y saber entender lo que pide la calle. Sobresaliente para un abrigo de cóctel negro y rojo y los accesorios, especialmente bolsos, zapatos y bisutería. Impactaron a la colocadísima Zenaida Bofill, siempre tan deportista y por eso le robó un corazón más tierno de lo que parece en su auge empresarial. Mónica Cruz , que gustó por los labios rojos, Nuria González desdeñando con Cari Lapique y Ariadne Artiles manteniendo misterio matrimonial absurdo cuando ya no hay nada que esconder, disfrazar o disimular por interés de uno y otra. Carmen Cas iluminó igual que Rafael Amargo, Miguel Ángel Muñoz o David Bustamante la fiesta igualmente catalana de Hugo Boss mientras Carmen Posadas –con libro recién salido sobre Teresa Cabarrús –, la maciza Vicky Martín Berrocal, Leonardo Sbaraglia, Laura Sánchez o Judit Mascó en los premios con más glamour en el nombre que sobre los escogidos. Cosas que pasan.

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