Alza de precios, viabilidad económica e impacto ambiental: si desde hace meses los biocarburantes de primera generación quedan aparcados, desde ayer 12 de septiembre, el parlamento europeo prefiere la energía eólica, solar y la biomasa.
Los diputados europeos han decidido limitar el capítulo de los agrocarburantes en la búsqueda de energía renovable; ahora se inclinan por energías menos controvertidas como la eólica, la solar, el hidrógeno o la utilización de la biomasa.
La Comisión de Industria y Energía, instancia clave en el debate europeo sobre el cambio climático, aprobó el viernes 12 de septiembre el objetivo de alcanzar el 10% de las energías renovables en el combustible necesario para el transporte hasta el año 2020.
El voto se produjo días después de una resolución similar de los embajadores de los 27 países de la Unión. Esta preferencia del Parlamento europeo permitirá aprobar, como lo espera la presidencia francesa, una directiva a finales de año.
En esta cuestión tanto el Parlamento como el Consejo europeo comparten punto de vista, como asegura Claude Turmes, redactor del texto y vicepresidente del grupo de los verdes.
Por otro lado, los eurodiputados han trasladado su exigencia hacia el calendario y el contenido de la ley. Quieren que las energías renovables alcancen el 5% para el año 2015, como objetivo intermedio a pesar de que parece inalcanzable para muchas capitales europeas.
En cuanto al Parlamento Europeo, este parece conformarse con un nivel de 4% para el 2015 y el 6% para el 2020 de la proporción de combustibles de origen agrario en el transporte europeo, a pesar de la opinión en contra de los productores de colza, girasol o aceite de palma.
El consumo actual de combustible de origen agrícola alcanza el 3% del total de combustible repostado. Los políticos, por el contrario, prefieren el vehículo eléctrico aunque sin establecer plazos.
También prefieren los agrocombustibles de segunda generación, aquellos que proceden de la madera y la paja, fibras de celulosa, o incluso de algas marinas. Estas fuentes parecen prometedoras, aunque se hallan todavía en fase de primeros experimentos.
Los agrocarburantes tradicionales, como biodiesel o bioetanol, cuya producción alcanza a día de hoy los 15 millones de toneladas, sufren de mala publicidad.
Después del entusiasmo inicial que despertó este "petróleo verde", los expertos, los tecnócratas e incluso el gran público han cambiado completamente de opinión.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Europeo destacó este verano la dudosa viabilidad económica si se detraen las ayudas públicas que los productores, europeos especialmente, reciben por su producción.
Durante mucho tiempo se pensó que estos combustibles no eran tan perjudiciales para el medio ambiente como los carburantes procedentes del petróleo, ahora, los científicos ponen en duda aquella creencia.
La subida, especialmente de las cotizaciones mundiales de los productos alimentarios podría suponer el golpe de gracia como solución alternativa a las energías fósiles.
Europa dio media vuelta este verano, cuando el ministro francés Jean Louis Borloo anunció por sorpresa que la directiva europea sobre las energías renovables no incluiría ninguna cifra concreta sobre la aportación de los biocombustibles.
Francia preside actualmente la Unión Europea y esta pendiente de la aprobación de su capítulo esencial del llamado "paquete sobre el clima", con lo que evitó una polémica político-ecológica en Bruselas. Ayer, el Parlamento Europeo, con la aprobación de la directiva, acompañó los pasos de la presidencia francesa.
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